En estas fechas no sólo se cumple el 114º aniversario del nacimiento del PNV. También se cumplen 50 años desde la aparición de ETA. Una organización nacida durante el franquismo que, invocando la causa vasca, abrazó la práctica de la violencia como el camino más eficaz para conseguir la libertad plena de los vascos. Desde su origen, el Partido Nacionalista Vasco abjuró de dicho método y, por extensión, de la propia organización.
Fiel a su tradición democrática y a los principios humanísticos y éticos que le alumbraran desde su fundación en 1895, el Partido Nacionalista Vasco supo también entonces discernir, como lo sigue haciendo hoy, que el crimen es siempre crimen, y que, por encima de la ideología o de los derechos políticos, hay un estadio previo, pre-político: la vida humana. Medio siglo de violencia de intencionalidad política, de estrategia revolucionaria, de actos de terror, hacen de ETA un tremendo ejemplo negativo, algo que nunca debió existir, algo que se resiste a morir y que para evitar su desaparición persiste en su estrategia de muerte y de violencia.
Ya no es la idea de una Euskadi independiente y socialista la que impulsa a ETA. Ni tan siquiera la búsqueda de fortalezas que le lleven a un proceso de negociación con el Estado. ETA mata para demostrarse viva. Y en este contrasentido arrastra en su derredor, como un agujero negro, a todo lo que no sepa identificar claramente que política y violencia son elementos incompatibles entre sí.
¿Cuál es el balance de 50 años de violencia de intencionalidad política? ¿Qué cuenta de resultados puede presentar a la sociedad vasca quien emergió para su presunta liberación nacional? En lo político, ni un solo avance. Ni uno solo. Ni la independencia, ni el socialismo, ni el avance de la conciencia nacional, ni la territorialidad, ni el reconocimiento del derecho a la autodeterminación. Ni el mínimo grado de bienestar, de autogobierno. Nada de nada. Al contrario, su simple existencia ha servido de freno a la causa nacional vasca. Y de excusa argumental para quienes se han empeñado en denostar el derecho de este Pueblo a expresar su voluntad de libertad y convivencia en paz.
Ahora sí, en el debe, ETA cuenta con un bagaje fácilmente reconocible. Cerca de un millar de muertos. Miles de víctimas. Decenas de miles de personas amenazadas. Centenares de presos, represaliados. Millones de euros en estragos. Incontables pérdidas económicas como efecto inducido de la violencia.
Excepcionalidad legal y política en Euskadi… y una sociedad que repudia la violencia como nunca. Por no hablar del tremendo daño que al abertzalismo ha causado la asociación de su ideología, sus fines políticos con la práctica violenta. Una perversión que aún padecemos y que nos costará ímprobos esfuerzos disociar en la opinión pública de aquí y fuera de Euskadi.
Cincuenta años de vida-muerte no han conseguido nada más que la propia pervivencia de ETA. Y de su obstinada pretensión de mantener una estrategia político-militar que la Unión Europea, a través de su Tribunal de Derechos Humanos, ha deslegitimado de raíz. Porque la violencia es un efecto contaminante que invalida cualquier experimento político. Como decíamos recientemente en un pronunciamiento del Euzkadi Buru Ba-tzar, la Unión Europea ha puesto a ETA y a la Izquierda llamada Abertzale el contador a cero. Se le acabó su tiempo.
Y, por mucho que reoriente su estrategia de hoy a la creación de una Alianza Popular Nacional, de una nueva coalición político- institucional a través de Euskal Herria Bai, su iniciativa también nacerá muerta. Como todo lo que toca, auspicia o tutela. Luego, si la izquierda llamada abertzale tiene vocación cierta de ejercer la actividad política sabe que su única alternativa es, o forzar la disolución de ETA, o renegar de la organización terrorista. No hay más posibilidades para la impostura. Ni para las siglas de alquiler, ni polos soberanistas enmascaradores de estrategias político-militares. En la burbuja no hay más oxigeno. Si la Izquierda autodeterminada Abertzale quiere pervivir sólo le queda la emancipación de las pistolas o el desarme de quienes las portan.
El PNV ha sido en estos últimos cincuenta años la antítesis de ETA. Y como tal es observada por ésta. ETA y nadie más es la tragedia nacional de Euskadi. Y para ayudar a superarla hemos dado pasos arriesgados y hasta ¿criticables?, si bien todos ellos bienintencionados. Pero también en esta tarea, el tiempo se ha agotado. ETA tendrá que desactivarse por sí misma. En ocasiones hemos cometido el error de, inconscientemente, interpretar a ETA en términos políticos. Y en esto tampoco hay margen para el error. ETA es hoy sólo un fenómeno de crimen.
Su objetivo es la aplicación del terror y el sometimiento de la sociedad a su actividad de violencia. Como tal, su acción debe ser respondida con los mecanismos de seguridad y justicia establecidos en el marco de los estados de derecho. Quien atenta contra la libertad y la seguridad de las personas debe saber que, en defensa de la colectividad, se le aplicará todo el peso de la ley, con escrupuloso respeto a los derechos humanos.
No obstante, el Partido Nacionalista Vasco será proactivo en la ayuda de cuantos activistas deseen dar el paso definitivo de abandono de las armas. Sin que intermedie en esa ayuda protagonismo alguno ni contrapeso político, mediático o de otro tipo que dificulte una ruptura real de los individuos con la violencia. En el ámbito político, el Partido Nacionalista Vasco manifiesta su voluntad de, reafirmando su perfil de organización abertzale democrática, respetuosa y defensora de los derechos humanos, ofrecer un espacio de encuentro para quienes quieran defender nuestra identidad y contribuir a la causa nacional vasca. Eso sí, lo hace sin desnaturalizar su propio proyecto político.
Buena parte de nuestra fuerte implantación política se debe a la incorporación, a lo largo de estos años, de abertzales que procedían de otras sensibilidades políticas sumándose al compromiso de los abertzales que desde el principio abrazaran los postulados y estrategia de EAJ-PNV. Como han entendido éstos y otros muchos, el PNV ha sido y va a continuar siendo el instrumento más potente para la liberación del Pueblo vasco. Pero desde el pragmatismo y con respeto a los que piensan de otra manera y atendiendo a las mayorías sociales existentes en cada Territorio. Estamos en el mejor proyecto nacional vasco. El más eficaz. Y el más radical en el sentido propio de la palabra, porque actuamos siempre con sintonía con una mayoría de la sociedad vasca. Y no tenemos otros límites que lo que ésta se proponga en cada momento histórico.
Sin subordinaciones de ningún tipo de radicalismos meramente gestuales que son completamente ineficaces. Sin renunciar al pragmatismo, a la centralidad y al gradualismo político, el Partido Nacionalista Vasco está dispuesto a hacer un nuevo esfuerzo para abrirse a todas cuantas personas sintonicen con el principio de que "Euskadi es la patria de los vascos". Para caminar juntos en el futuro. Construyendo día a día un país y una sociedad basada en la suma de voluntades individuales Y en la conquista de mayorías por los cauces estrictamente políticos y democráticos. La búsqueda de la paz es un imperativo social. Pero su consecución debe estar exenta de atajos o de escenarios opacos que extiendan la sospecha de intereses ocultos.
En la consecución de esa paz permanente, el Partido Nacionalista Vasco no acudirá a ninguna negociación resolutiva, que en el futuro ETA y cualquier Gobierno de España puedan entablar, que no tenga una habilitación parlamentaria, un control parlamentario y una sanción parlamentaria, vasca y española.
Sólo la representación popular en su sede natural, el Parlamento, puede garantizar el éxito del dialogo o asumir sin mayor coste el fracaso del mismo. La consecución de la paz no ha de tener precio político. Ni para ETA ni para el Gobierno español que parece haber reservado el diálogo político como señuelo exclusivo de aproximación a la izquierda abertzale radical, negando a la interlocución legítima de la ciudadanía, a los partidos políticos vascos, cualquier pretensión de llevar adelante iniciativas vinculadas al autogobierno o al derecho a decidir de la sociedad vasca.
Finalmente, el Partido Nacionalista Vasco es consciente de que esta organización, sus dirigentes y su militancia son objeto permanente de análisis para ser objetivo armado de ETA. A lo largo de su trágica historia hemos padecido de una forma u otra el sufrimiento de su mortífera intolerancia. Además, esa intimidación latente, que hoy la podemos vivir con mayor intensidad si cabe, siempre la hemos percibido como propia pues es al conjunto de la sociedad vasca a la que ETA amenaza con su sola existencia.
Pero, en caso posible, nuestra posible amenaza de hoy, como colectivo que se suma a lo que se ven obligados a soportar otras formaciones, colectivos y entidades, no nos hace ni más víctimas que ayer ni menos solidarios con los que ya han sufrido las dolorosas consecuencias de la violencia y el terrorismo. Por eso, con la misma serenidad y responsabilidad para con este país, a sabiendas del sufrimiento y el dolor que aún podemos padecer, el Partido Nacionalista Vasco se compromete a que el final de ETA esté próximo. Ese es hoy nuestro compromiso y no descansaremos hasta cumplirlo.
Iñigo Urkullu, presidente del EBB de EAJ-PNV
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