Si Europa persiste en su pésima gestión, le queda por delante década y media de crisis" afirmaba el 13 de noviembre el reconocido economista japonés Richard Koo. Y es cierto que la actual crisis económica, social y financiera se manifiesta con especial virulencia en la Unión Europea, evidenciando un comportamiento dispar y diferente entre sus estados miembros ó un comportamiento dual entre los países dominantes del centro y los periféricos.
De entre los primeros, cabe citar a Alemania, con una estructura de crecimiento que si bien descansa principalmente en el sector exterior, necesita para absorber el potencial productivo de su economía, del impulso tractor de los países periféricos de la UE como destino de sus productos. Este modelo funciona bien en tiempos de bonanza, pero quiebra en los periodos de "vacas flacas". Estos periodos implican un importante e intenso recorte del consumo, especialmente en los estados periféricos, lo que provoca, entre otros efectos, que caigan notablemente sus ingresos fiscales lo que les origina crecientes déficits.
Además, dado que el dominio de los países centrales se extiende también al control del entramado decisional de la UE, éstos imponen restricciones drásticas a los periféricos, que se traducen en: recortes salariales, contracción del sector público, consolidaciones fiscales y, en suma, aminoraciones del estado de bienestar. De esta forma, los países periféricos en mayores dificultades soportan, casi en exclusiva, los sacrificios para salir del impasse. Así, asistimos al "hundimiento de la periferia en la austeridad".
Por otro lado, la sincronía y efectividad de los líderes europeos para hacer frente a la crisis no pasará a los anales como modelo de buen hacer y eficiencia. Antes al contrario, las profundas diferencias han enardecido los discursos proteccionistas en cada uno de los estados miembros. Se impone el "¡sálvese quien pueda!" y se anteponen los intereses propios por encima de los de la propia Unión Europea y sus ciudadanos. La crisis, también de "valores comunitarios", resulta innegable.
Esta falta de sintonía, de liderazgo y de visión a largo plazo, ha evidenciado, una vez más, las debilidades del actual modelo político, económico y social de la UE.
Así, las medidas aplicadas de marcado corte restrictivo, que propugnan recortes en el gasto público y sacrificios salariales a la clase productiva y que se han barajado como las únicas posibles en estos momentos, han producido resultados horrendos.
El aumento del paro, del déficit público, de los niveles de endeudamientos de los estados, no son sino algunos de los elementos perversos observables a raíz de tales políticas. Los recientes acontecimientos asociados a la crisis griega dan fe de ello, habiendo puesto en tela de juicio la propia pervivencia del euro como moneda de la Unión y anunciado un posible efecto dominó con repercusiones planetarias, del que no quedarían al margen ni siquiera los países dominantes.
De ahí, que se pueda concluir que las medidas de rescate aprobadas por los países centrales, lo hayan sido, no en solidaridad con los países periféricos, sino alimentados por una clara visión egoísta de sus propios intereses.
Pese a ello, la puesta en práctica de otro tipo de políticas, con resultados positivos, es posible y deseable. Las buenas prácticas llevadas a cabo con éxito por algunos países refutan a las claras la idea de que las políticas adoptadas por la UE sean las únicas posibles. El caso de Islandia -alcanzado ritmos de crecimiento económicos próximos al 2,2%, habiendo revertido su situación en un tiempo record- es uno de ellos y ha sido ensalzado por economistas del prestigio de Paul Krugman, quienes en todo momento han señalado un diagnóstico erróneo, junto a políticas equivocadas, como causa de la negativa evolución de la UE.
La austeridad, un fracaso
De hecho, las políticas de austeridad para bajar el déficit han sido un fracaso en todos los lugares donde se han probado. "Si Alemania busca bajar el déficit con austeridad, tendrá lo contrario" alerta Koo, invitando a aprender de la Crisis de Japón en los años noventa. Y tampoco es verdad que sea el "Estado del Bienestar" la causa de todos los males europeos: "el gasto en programas de bienestar social, expresado como porcentaje de la renta nacional, era más bajo en todos los países ahora en apuros que en Alemania, por no hablar de Suecia" afirma Paul Krugman en un artículo -"Leyendas del fracaso"- también el 13 de noviembre.
Por lo tanto, habremos de espabilar porque con políticas de "solo austeridad y sin estímulos", nos espera una larga temporada de atonía y sufrimiento en Europa.
La evolución reciente de la UE ha evidenciado la necesidad de superar la actual encrucijada europea. O bien se opta por una profunda reorganización política, completando la unión económica y monetaria con una unión política que nos aproxime a un "modelo más federal", una especie de Estados Unidos de Europa. O, por el contrario, el desmembramiento de lo articulado hasta ahora nos aboca a un retroceso y a la inevitable vuelta a un estadio pre-unión europea.
La primera vía implica un reforzamiento de las instituciones comunitarias y financieras, una potenciación del BCE como prestamista en última instancia, la emisión de eurobonos respaldados con las garantías de toda la UE, la supervisión única del sistema financiero, la unificación de las reglas de capital y solvencia para las entidades financieras… En suma se precisa de una decisión política que implica renuncia de poder de los actuales estados miembros. En definitiva, sustituir la voluntad de los estados por la voluntad europea.
Ello supone diseñar un nuevo modelo de organización y relación más cercano a la gente, lo que lo convierte en una oportunidad para avanzar en el protagonismo de las naciones y regiones en la conformación de un nuevo orden europeo.
Small is beautiful, decía Schumacher en 1973. Hoy lo pequeño es hermoso y además es poderoso en la "sociedad-red" de la que habla Manuel Castells. Cobra así pleno sentido para la sociedad vasca una afirmación cada vez más válida para la sociedad global, la de "competir con raíces", la de "cooperar con raíces", la de "innovar con raíces", la de "construcción social con raíces".
De hecho, uno de los cambios más notables de paradigma de la globalización es el que se ha producido entre el que afirmaba que "lo global anula lo local" de hace aún pocos años al actual "local moves the world". Es decir, el protagonismo creciente en el mundo está adquiriendo lo pequeño bien estructurado política, cultural y económicamente. O dicho de otra manera, que desde aquél "lo pequeño es hermoso" ó "lo pequeño es posible" de George McRobie en 1976, hemos llegado a la actual "explosión nano" que sobre la base de que "lo pequeño es diferente" le lleva a Pedro Miguel Etxenike a afirmar, con la clarividencia de científico y vasco universal, que estamos "ante el gran reto de lo pequeño".
Los países pequeños, mejor
En The Harvard Kennedy School Review: 2011 Edition, Adam Price publica un reciente trabajo -"Small is Cute, Sexy, and Successful…"- en el que, tras contrastar datos de los últimos 30 años en Europa, afirma: "The Big Advantages of the Small… openness to trade, social cohesion, and adaptability". Esto es, que las economías de los pequeños países están más orientadas que las de los grandes a la exportación -entre los años 2000-2008 los países con menos de 15 millones de habitantes mejoraron sus exportaciones un 50%, frente al 35% de los grandes-, que los países pequeños son socialmente más homogéneos, que tienen mayor compromiso con la equidad, y que los países pequeños son más flexibles, que tienen una mayor capacidad de adaptación a los cambios y transformaciones, que son más innovadores que los grandes.
Constataciones parecidas, por cierto, a las realizadas por el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz en El malestar en la globalización (2002), cuando señala que: "La globalización de la economía ha beneficiado a los países que han aprovechado esta oportunidad abriendo nuevos mercados para sus exportaciones (…) pero los países que más se han beneficiado han sido los que se hicieron cargo de su propio destino".
Y todo esto dicho por economistas e instituciones de gran prestigio a nivel mundial. O si quieren parafraseando al profesor Xavier Sala i Martin de la Universidad de Columbia cuando afirma en The Independence of Catalonia: The economic viability (1998): "as time goes by, the desirability of having smaller nations increases. And the economists who say so are not (I repeat NOT) some Catalan nationalists"… Tampoco eran nacionalistas vascos los economistas que eso sostienen.
En este contexto se plantea la cuestión sobre la posición relativa de Euskadi en relación con el resto de países europeos. De la comparación de una serie de variables relevantes según las últimas estimaciones publicadas por el Instituto Europeo de Estadística (EUROSTAT) el 21 de octubre de 2011, Naciones Unidas (PNUD) y el Instituto Vasco de Estadística (EUSTAT), se obtienen una serie de conclusiones relevantes.
Una rápida caracterización de la Comunidad Autónoma Vasca señala una tasa de crecimiento de su PIB reducida (0,3%), en virtud de la crítica situación por la que atraviesan las economías de su entorno y receptoras de una parte importante de las exportaciones de la economía vasca. Y que pese a ello, mantiene una posición intermedia en las tasas de paro (10,8%) y los niveles de déficit público (-5,5%), mientras que se sitúa a la cabeza en ratios de riqueza relativa per cápita (133% s/UE) y en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas (0,978).
A resaltar, además, no solo que en relación con el Estado español, la comparación es positiva en todos los indicadores relevantes, sino que se compara también favorablemente con los estados nórdicos más avanzados que se caracterizan por tener los mayores niveles de desarrollo, en variables como el PIB per cápita, la tasa de riesgo de pobreza y el IDH.
Es evidente, por tanto, que la reducida dimensión relativa de nuestro país no es óbice para ocupar posiciones destacadas en el escenario europeo, incluso en relación a los países que mayores niveles de progreso y bienestar presentan, de donde se deriva que lo pequeño, no sólo es bonito, sino poderoso y efectivo desde la perspectiva socio-económica. Únase a lo anterior la cercanía a la ciudadanía -reclamación básica de los movimientos de protesta tipo 15M y de las nuevas corrientes de opinión pública-, todo lo cual posiciona a Euskadi en un lugar envidiable para acrecentar la efectividad, la afectividad, la democracia y la confianza. Capital Social, Capital Natural, Tradición, Innovación… Raíces y Alas: las herramientas más poderosas para construir el futuro.
De lo expuesto, se deriva el hecho de que Euskadi como país, con el mismo nivel de independencia-dependencia que tienen otros países miembros de la actual Unión Europea, resulta altamente viable y, en mi opinión, recomendable. Porque, hablando claro, defender la identidad vasca dentro del nuevo entramado europeo, no solo es defender un legítimo proyecto de nación en un mundo globalizado, defender la identidad vasca es defender también nuestra economía, el bienestar de nuestros hijos e hijas. En definitiva, defender la identidad vasca es indispensable para avanzar en el objetivo del "Desarrollo Humano Sostenible" para el pueblo vasco.
Por Juan Jose Ibarretxe Markuartu, Lehendakari Ohia.
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