Dentro de unos días vamos a ir a las urnas. Vamos a elegir a nuestros
representantes. Yo os animo a depositar vuestro voto. No hagáis mucho caso a las
encuestas porque la única que vale es la del día 27.
Solo os pido una cosa: si queréis apoyarme, hacedlo con la única condición de
que me ayudéis en la transformación de Bilbao. Pero esa transformación no se
puede llevar a cabo a cualquier precio ni de cualquier manera. Debe llevar el
sello del carácter bilbaino, de la capital, del solar vizcaino, del Señorío.
Ese carácter emprendedor, alegre, bullicioso, capaz de levantarnos en los
momentos difíciles, prestos a festejar en los acontecimientos favorables,
capaces de adaptarnos a los nuevos tiempos, hidalgos y hospitalarios con
nuestros visitantes, dispuestos a coger el tren de la innovación y siempre
defensores de nuestros valores; los que de tiempo inmemorial heredamos de
nuestros mayores, la honradez, el amor al trabajo bien hecho, la tenacidad, el
servicio a los demás y la solidaridad con el más necesitado.
Y si entre el carácter y los valores nos dicen que somos bastante faroles, pues
sí ¿de qué avergonzarnos, si es verdad? Porque, si el mundo entero es un Bilbao
más grande, y nosotros queremos transformarla en una ciudad donde vivir sea muy
hermoso, ¿cómo no estar orgullosos de ella? Nuestros antepasados la denominaron
"tasita de plata", antes de la industrialización. Ahora la denominamos
simplemente "el bocho", pero qué hermoso es nuestro bocho, este nido en el que
nuestras vidas conviven entre el Pagasarri y Artxanda, bajo el manto de Begoña.
Iñaki Azkuna