02 septiembre 2011

Bilbao, capital del Mundo (2)

El pasado 19 de agosto el magazine de "La Vanguardia" publicó un interesante artículo sobre la Villa más famosa del Mundo, lo reproduzco a continuación:

Parte 2

Del botxo al rascacielos

Una suave ladera asciende desde Abandoibarra hacia la nueva torre de Iberdrola, obra del arquitecto argentino-estadounidense César Pelli, que también firma el plan de ordenación de esta zona y es autor, asimismo, de las torres Petronas de Kuala Lumpur. La torre de Iberdrola es el nuevo techo de Bilbao, un prisma triangular con caras curvas de 165 metros y 41 plantas, el quinto de España en altura. Tiene un bonito atrio de entrada donde se han plantado olivos y arbustos aromáticos y su eje se encara, como la proa de un barco, hacia la calle Elcano y la plaza Moyúa, de donde parten las vías más importantes de la margen izquierda del Nervión. Desde su helipuerto se abarcan los 360 grados de la ciudad, un botxo (hoyo) rodeado por montes, que son los que marcan el auténtico skyline de Bilbao. Al este y al sur quedan las cuadrículas de los barrios de Abando y de Indautxu; al noroeste, Deusto; al sudoeste, el estadio de San Mamés, con su característico arco que sostiene la tribuna principal y, frente a él, un gran solar donde ya trabajan las máquinas para construir una nueva Catedral del fútbol con capacidad para 53.000 espectadores. Se espera que pueda acoger los primeros encuentros del Athletic en la temporada 2013-2014, aunque no se acabará totalmente hasta el 2015, cuando se construya la última tribuna. El arco –uno de los símbolos de Bilbao antes de la llegada del Guggenheim– desaparecerá y aún no se sabe si se aprovechará para una futura pasarela que una la isla de Zorrozaurre con Sarriko.

El desplazamiento del estadio, que se acercará más a la ría, permitirá prolongar el Ensanche. Habrá nuevos accesos viarios y ya se construye el campus tecnológico de la Universidad del País Vasco, uno de los puntales de ese nuevo Bilbao que busca “la excelencia y la inteligencia”.






Hormigón con firma

Y si en el Athletic no hay ningún jugador que no sea de Euskadi o de las zonas de influencia vascas, Bilbao ha elegido para su urbanismo y arquitectura el camino opuesto. Los nombres que firman los grandes proyectos se han buscado entre lo más granado de la arquitectura internacional, para desespero de los arquitectos locales. Ibon Areso lo tiene clarísimo: “Estamos en una sociedad de marca, cuando un niño quiere unas playeras, quiere unas Adidas o unas Nike. Que tengamos un metro diseñado por Norman Foster nos trae más congresos de dentistas que si no lo fuese”. Así, los arquitectos para los proyectos públicos se eligen sin concurso y a los promotores privados “se les empuja un poco”. “Para Abandoibarra hicimos una lista de 30 arquitectos de aquí y de fuera. En el contrato de venta de suelo se especificaba que debían escoger entre esos 30 nombres”, indica Areso.

La torre de Pelli la flanquean sendos edificios de viviendas de Carlos Ferrater (a unos 7.000 euros el metro cuadrado) con estructura metálica. A su lado, siguiendo la curva de la nueva plaza Euskadi, está el Artklass, 190 viviendas de lujo del luxemburgués Rob Krier que lucen una veintena de fachadas diferentes, con arcos, miradores, frisos, cariátides y más de cien tipos de ventanas. Una colorista y delirante interpretación de los edificios clásicos del Ensanche. Han tenido mucho éxito, pese a que se venden a partir de 8.000 euros el metro cuadrado. En una de sus cúpulas, una frase, en euskera, del astrónomo y matemático Johannes Kleper “lo imposible con esfuerzo se consigue”, es toda una declaración de principios de este Bilbao reinventado.

De la lista de arquitectos de relumbrón que iban a trabajar en la ciudad ha caído Jean Nouvel. Debía construir unas viviendas frente a la Alhóndiga que la crisis se ha llevado por delante. “Pero esto es el 2% de la arquitectura que se hace en Bilbao, y en todos esos edificios han participado arquitectos locales, así que no hay pérdida de trabajo, otra cosa es que no firmen los proyectos”, asegura el primer teniente de alcalde.

Yendo desde la plaza Euskadi hacia el Guggenheim, dos premios Prizker, hombro con hombro, hacen gala de una arquitectura austera y elegante. El paraninfo de la Universidad del País Vasco, de Álvaro Siza, acompaña desde hace menos de un año a la nueva biblioteca de la Universidad de Deusto de Rafael Moneo. El primero, de mármol blanco y azulejos grises y, el otro, de pavés traslúcido y esquinas redondeadas, contrastan vivamente con el acero oxidado de las luminarias del paseo, que destellan con el sol que cae en Deusto, enfrente.

Este atardecer, por la avenida de Abandoibarra hay muchos turistas, pero sobre todo la disfrutan los bilbaínos, que pasean, corren, juegan en los parques infantiles, aprovechan los bancos con pedales o sestean. Y si el tópico maledicente asegura que en Bilbao se liga poco, ahí están las parejas achuchándose en los puentes y el césped para desmentirlo.

Pasado el Guggenheim, frente al paseo de Uribitarte, y a los pies de la pasarela de Zubizuri, de Calatrava, el arquitecto japonés Arata Isozaki ha levantado dos edificios de cristal, de 82 metros de altura y 23 plantas, que conservan parte de la fachada del Depósito Franco de Bilbao. Isabel es arquitecta y vive en el piso 19 de la torre norte y no ve ningún problema de intimidad o climatización en una vivienda prácticamente toda de cristal –“casi no he encendido la calefacción en invierno”–. Sin duda ayuda que su casa se oriente al oeste. Pero las lámparas, ay, provocan molestos reflejos en los cristales y ha tenido que poner luces rasantes en el suelo. Con teatralidad, juega con los paneles japoneses que permiten tapar o descubrir el paisaje a los pies de las torres. “Es contradictorio, porque no defiendo la arquitectura en altura –está claro que no es una fan de Pelli–, pero me encanta vivir en una torre”. Sin embargo, esta singularidad tiene sus peajes: las escaleras de acceso, que discurren por las fachadas, deben permanecer encendidas toda la noche. Un capricho del arquitecto japonés para que se vean los edificios, explican los vecinos.

No toda la transformación pasa por la ribera del Nervión. En el centro se han rehabilitado parques, una veintena de calles son peatonales y abundan las terrazas donde las señoras mantienen la sana costumbre de salir a merendar bollos de mantequilla con las amigas.

“La peatonalización ha hecho mucho bien al comercio –explica Jorge Aio, gerente de la asociación de comerciantes de Bilbao Centro–. Hace cuatro años el turista era alguien que aparecía de vez en cuando y ahora son un objetivo”. Javier López Oleaga, de 74 años, apunta, en su charcutería de la calle Ledesma, que antes esta era “un bodrio de calle por la que no cabía ni un paraguas” y ahora luce veladores y parterres. Este comercio abrió en 1904 y ha pasado de los ultramarinos y las alpargatas a vender las mejores delicatessen de la villa, aunque siguen tostando los cacahuetes a diario, como hace un siglo.
Sin embargo, para este charcutero “más viejo que la ría”, la obra más importante ha sido el metro, “y eso que decían que era una bilbainada”.

Por Begoña Corzo

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