Parte 3
La clave subterránea
Nadie quería el metro hace 15 años, para qué si Bilbao es pequeño (no llega a los 42 km2) y se puede ir andando a todas partes, se decían. Construirlo fue una decisión estratégica. “No es sólo un transporte cómodo. La villa es muy pequeña (tiene unos 356.000 habitantes) y una ciudad debe tener masa crítica para tener actividades de cierta escala. El metro ha dado cohesión al área metropolitana”, explica Ibon Areso.
Norman Foster se convirtió en el primer arquitecto célebre que plantaba obra en el nuevo Bilbao. Las entradas al suburbano que diseñó el británico, los fosteritos, jalonan, por ahora, 39 estaciones que conectan toda el área metropolitana, desde Plentzia o Santurtzi a Basauri. “Un millón de personas que viven en 30 municipios distintos han empezado a comprender que comparten problemas y soluciones. El metro contribuyó a forjar el espíritu de comunidad y dos años después el Guggenheim reforzó el orgullo de pertenencia”, opina el ingeniero Alfonso Martínez Cearra, director general de Bilbao Metrópoli 30, una asociación de entidades públicas y privadas que trabaja en generar ideas para el largo plazo que inspiren a otros organismos, como Bilbao Ría 2000, encargado de desarrollar los proyectos.
Casi en el centro del botxo, en el barrio de Indautxo, el paseante se topa con una de las últimas criaturas alumbradas en la capital vizcaína: Alhóndiga Bilbao. El barroco Philippe Starck ha intervenido en un viejo almacén de vinos con una contención inusual, y el resultado es prodigioso. Un edificio de 40.000 metros cuadrados (casi el doble que el Guggenheim) en pleno corazón de la ciudad alberga biblioteca, mediateca, salas de exposiciones, gimnasio, piscinas, salas de cine, restaurantes (con menús elaborados con productos de proximidad, vegetarianos, para celíacos y diabéticos, en la línea de inclusión social que defienden sus gestores) y una coqueta terraza con un tipo de bar que hasta ahora sólo existía en algunos hoteles. Las 43 columnas del atrio, todas distintas, obra del escenógrafo Lorenzo Baraldi, soportan tres cubos de ladrillo con instalaciones culturales y deportivas. El atrio comunica con las calles del entorno, y los paseantes deambulan como si de una plaza al aire libre se tratara. “Esto es la vida”, proclama orgullosa María Ángeles Egaña, su consejera delegada. No es para menos, el edificio se inauguró en mayo del 2010 y por él ya han pasado 3.500.000 visitantes. Sólo la mediateca realiza 1.000 préstamos al día. A este edificio, pensado para dar servicio a un barrio hasta ahora carente de bibliotecas o gimnasios públicos, acuden vecinos de todo Bilbao y de fuera de la ciudad.
Unamuno, con la socarronería propia de esta tierra dijo que “el mundo entero es un Bilbao un poquito más grande”, y la villa, aunque sigue siendo chiquita, ha crecido hacia Miribilla con nuevas viviendas sobre las viejas minas de hierro. Allí se han levantado el Bilbao Arena, la cancha de baloncesto del Bizkaia Bilbao Basket –obra del estudio español ACXT, autores también del nuevo San Mamés– y el nuevo Frontón Bizkaia, el más grande de Euskadi, realizado en hormigón y pizarra negra por Javier Gastón. Y hasta la arquitectura religiosa se pone moderna, como se ve en la parroquia de Santa María Josefa, también en Miribilla, de los arquitectos locales IMB, con un campanario que se ilumina de colores por la noche. Al lado, el degradado barrio de San Francisco, espera que se soterren las trincheras del tren para conectarse con la ciudad, una de las grandes asignaturas pendientes.
Bandera de Bilbao |
Encandilar a los jóvenes
Bilbao ya cuenta con un bello escenario, orgullo de propios y envidia de extraños, ¿Y ahora? “Regenerar suelo urbano portuario es un juego de niños comparado con lo que tenemos por delante –explica Alfonso Martínez–. Cuando los cambios se producen en ciclos históricos, las personas tienen tiempo para adaptarse, pero cuando son inducidos en 10 o 15 años, los que estábamos antes no logramos llegar a entenderlos y hay que pasar el testigo”. Por eso, y porque de las grandes corporaciones no pueden fiarse (Madrid es “un gran aspirador” que ya se ha llevado las sedes del BBVA o empresas tecnológicas como Panda Security), el próximo reto de Bilbao es encandilar a los autónomos. De ahí iniciativas como Eutokia, un centro de innovación social que conecta a jóvenes artistas, economistas, sociólogos, ingenieros... para compartir conocimientos y experiencias y encontrar nuevos caminos. Mikel Feijoo, miembro de Eutokia, explica que “el valor está en las ideas” y que perdida la capacidad de “vivir de fabricar productos”, no queda otra que “crear una marca de ciudad y dar facilidades para instalarse en ella”. Conseguir una marca... he ahí la cuestión. Por eso la villa opta a ser la capital mundial del diseño en el 2014, en disputa con Ciudad del Cabo y Dublín.
Bilbao ha invertido un dineral en conseguir una ciudad amable. 500 millones de euros costarán los nuevos accesos a la ciudad, el soterramiento del tren, el campus tecnológico, San Mamés Barria, y la regeneración de la central de autobuses, según el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao (EAJ-PNV). Ahora, en tiempos de crisis, la ciudad necesita amortizar la inversión y ser, además de guapa, una “ciudad inteligente”.
Por Begoña Corzo
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